LAS MATEMÁTICAS: MI CUCO... O
ESCASES DE TIZA
Nunca me han
gustado las matemáticas. Cuando llegué al
primero de bachillerato me tropecé con el
álgebra. Me gustó bastante, pero no lo
suficiente como para que de vez en cuando mi
profesora, la hermana Teresita, cogiera unos
cuantos sofocones conmigo. Recuerdo que una
mañana me dijo:
—“Olguita,
ve a la pizarra y resuelve ese problema”.
—Con
mucho gusto —le contesto, tratando de “allantar”.
Comienzo
a escribir. Veo como que la cosa no me está
saliendo muy bien. He escrito media pizarra de
números y todavía no le encuentro solución al
dichoso problema.
—¿Ya
acabaste? —me pregunta la hermana.
—Todavía
no —le respondo.
—Pues
date prisa que ya van a tocar la campana para el
recreo.
—Si,
hermana, ya estoy terminando.
Me
entran sudores. La tiza se me cae de las manos. Se
rompe en tres pedazos. Tomo otra. Se me cae
también. Sigo escribiendo: lleno la pizarra de
números e imploro a todos los santos que me
ayuden a salir de aquel atolladero.
Finalmente,
la pobre hermana, entre desesperada y resignada me
dice:
—Anda,
déjalo, no lo termines... estamos escasos de
tiza...
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