MI DESPISTE
Si hay algo
en mi manera de ser, con lo que me siento
súmamente molesta, es mi terrible despiste.
No existe un ser humano, a menos así lo creo,
que tenga la capacidad de confundirse,
extraviarse, volverse un lío... como yo. Ejemplos
sobran.
Si
voy de visita a alguna casa, nunca piensen que voy a
salir por donde entré; saldré por la cocina o
por el cuarto de servicio.
Si
voy a llevar un disco nuevo a las emisoras de radio,
cuando me despido, abro una puerta... y es la del
baño.
Para
encontrar una dirección nueva, me la dan hoy y
llego...la semana que viene. Si ya es conocida por
mí, tengo que irme siempre por la misma ruta porque
si no me pasa igual que al hijo del señor aquel...
Pero
lo que más verguenza me da, es mi confusión con
las personas y no vayan ustedes a creer que me
sucede con gente poco conocida por mí. Todo lo
contrario. Me ha sucedido con amigos y personas muy
allegadas a mi trabajo.
Si
creen que exagero, aquí les dejo con tres de los
tantos apuros que he pasado.
Conozco
la labor profesional que desarrollan en la
televisión dominicana Mayra y Blanquita. Sé
perfectamente quien es Blanquita y quién es Mayra.
He conversado con ellas, me han invitado a sus
programas, etc.
En
una presentación que realizaba en El Yarey, del
Hotel Sheraton, me llena de alegría el darme
cuenta que en el público se encuentra Mayra.
Cuando termino la canción me acerco a ella y le
digo: ¡gracias por venir... Blanquita!
En
uno de mis shows en Casa de Campo, me pasé toda la
noche diciéndole el nombre equivocado al director
de orquesta. Había trabajado con él
muchísimas veces y hasta arreglos musicales me
había hecho. Al finalizar mi actuación, el maestro
se me acerca y me dice muy amablemente: “Olguita,
yo soy Héctor de León... no Choco”.
Con
el maestro Choco, también me pasó que en un
ensayo para un show que presentaríamos en
Baní, me pasé toda la tarde diciéndole Naño
(el nombre de otro director musical).
Estoy
en una entrevista en la emisora Fiesta F. M.
Cuando termino, veo a un caballero abriendo la
puerta del despacho de Mon, el director musical
de la emisora. Toda presurosa y alborotada me
acerco a él y le digo:
—Mon,
he tratado de localizarte muchísimas veces y tu no
me has devuelto la llamada. No me hagas eso chico.
¿Cómo va a ser que a una dama no le devuelvas la
llamada? ¿Porqué... bla... bla bla...
El
caballero en cuestión se ríe a carcajadas y
todavía un poco incrédulo ante mi confusión, me
dice:
—Olguita,
todo eso está muy bien, pero dícelo a mi hermano
Mon... yo soy ALBERTO!”
¡Tierra
trágame!
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