¿LOS HIJOS DE QUIÉN?
En la radio nacional
se escuchaba constantemente la canción “Cualquiera
se engaña”, bellísimo tema de Charlie Mosquea,
que conocí a través de mi buen amigo Benjamín
Bujosa. Mis presentaciones en discotecas, canchas
deportivas, fiestas patronales, etc. eran todo
un éxito y al fin me decido a aceptar el gran reto:
¡mi primera presentación en un estadio deportivo!
A pesar de que todo estaba a mi favor, me moría
del susto.
“¡Ay
Dios mío —me decía— y si no se llena!”
“...y
si llueve... mil personas ni se ven... tienen que ir
por lo menos tres mil... y sentarse bien
separaditas...”
“Virgencita
de Altagracia protégeme... no me hagas quedar mal;
mira, te haré una promesa... si se llena el
estadio...”
No
se imaginan ustedes la cantidad de cosas que le
prometí en mi deseo de salir airosa de aquel reto.
Finalmente,
llega la hora cero. A las 5 de la tarde, el estadio
Pucho Marrero de Mao estaba lleno de bote en
bote. Me lo fueron a decir al hotel. Yo estaba que
no cabía en mí de felicidad. Lo había
logrado. ¡Qué emoción!
Iniciamos
una hermosa caravana, dos o tres cuadras antes de
llegar al estadio. Me acompañaban en el montaje
del espectáculo, una banda de música,
batuteras de fuego y el ballet folklórico Los
Hijos de Casandra Damirón.
Se
abren las puertas del recinto para dejarnos entrar.
Entre
aplausos y gritos soy recibida por aquella multitud;
me siguen los músicos, las batuteras de fuego y
los muchachos del ballet.
El
portero del estadio ha creído que con la entrada de
las batuteras de fuego se termina el desfile y
que los jovenes que vienen detrás son muchachos
del pueblo, con la intención de entrar camuflados
y así no tener que pagar.
Rápidamente
el portero le vocea a sus ayudantes:
—¡Cierren
la puerta que hay un grupo de “tigueres” con una
ropa rarísima que se quieren colar!
Ramón
Peña, el director del ballet, le grita:
—¡Señor,
señor, déjenos pasar; nosostros somos los HIJOS DE
CASANDRA DAMIRÓN!
El portero, enojadísimo, le responde:
—¿Los
hijos de quién? Mire mi hermano, aunque ustedes
sean los hijos del presidente de la república, si
no compran su boleta ¡no entran!
P.S.
Les diré que los integrantes de mi querido ballet
tuvieron que “gabiarse” por los muros del
estadio, como una hora después, burlando la
vigilancia del portero, con tan mala suerte que
cuando lograron entrar, ya se estaban
lanzando los fuegos artificiales que
anunciaban el final del espectáculo. ¿Qué les
parece?
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