LA TUNA: ¡QUÉ CAN!
Sandino, Bienvenido,
Filpo y Mejia. Maritza. Angelita, Chiquita
y Olguita. Esa fue la tuna original. con la hermana
Rosalía a la cabeza. ¡Qué días aquellos! Un
corre-corre para que las capas estuvieran
listas para el día de la primera presentación.
—No
desafinen —dice la hermana.
—Sandino,
deja de estar enamorando a las muchachas y pisa el
tono de re menor.
—Olguita,
deja el boogaloo ese y ponte a ensayar la canción
nueva.
Nos
presentamos por primera vez. ¡Qué emoción! La
gente nos pedía: ¡otro! ¡otro! Nos sentíamos
en las nubes.
Llega
el 19 de marzo, día de nuestra gloriosa batalla del
mismo nombre. Se nos invita para que cantemos en
el Ayuntamiento.
Autoridades
representativas del gobierno de turno asistirán a
los actos oficiales. Preparamos nuestro repertorio.
Salimos del colegio a pie (la guagua estaba
averiada... ¡cuándo no!) Ni siquiera
conseguimos un volteo que nos diera una bola.
Nuestras capas flotaban en el aire y no faltó
uno que otro tiguerito que nos voceara:
—¿Tienen
ustedes complejo de Batman?
O si
no:
—Yo
no sabía que los murciélagos salían de día.
—Qué
barbaridad —comentábamos entre nosotros con aires
de “estrellas”.
—Gajes
del oficio —dice Sandino “apechao”.
En
fin, a los pocos minutos llegamos al Ayuntamiento.
El salón de actos está repleto. Nos aplauden.
Empezamos a cantar.
—Nos
legáis un mundo sin control...
—Y
también podéis matar pulsando un botón...
—La
juventud protesta, no, no, no...
—Vamos
a abrir caminos nuevos para encontrar el sol...
Nos
damos cuenta de que las letras de nuestras canciones
como que no les ha caído bien a algunos de los
funcionarios del gobierno. Pero ni modo, había
que terminar el espectáculo.
La
juventud protesta...
Terminamos.
Nos aplauden. Los muchos con gran entusiasmo e
identificados con nuestras canciones, pero habían
unos cuantos con caras de muy pocos amigos.
Estamos
locos por salir del salón. Al bajar las escaleras,
plantamos veloz carrera... por si acaso.
Cuando
llegamos al colegio. uno de nosotros comenta:
—¡Qué
susto! Esto de ser artista tiene sus “bemoles”.
Pensé que íbamos a parar todos a la cárcel.
¡Hasta las monjas!
Estalla
una carcajada.
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